martes, 20 de enero de 2009

Rusia vs Ucrania. Otra vez

Los altos mandos diplomáticos europeos han estado realmente bastante ocupados  en las últimas semanas en dos conflictos en los que se han visto envueltos directa o indirectamente las principales potencias europeas.  El primero de ellos,  Gaza, cuyo final parece haberse logrado unilateralmente por las partes participantes, es decir, Hamas e Israel, vio limitada la acción diplomática europea a pesar de las numerosas reuniones que se organizaron en torno a esta cuestión. El segundo contencioso, que atañe al presente escrito, es la severa disputa que se libra en todos los frentes entre dos ex repúblicas soviéticas, Rusia y Ucrania.

Desde la separación de la otrora superpotencia Unión Soviética ambas repúblicas, fuertemente unidas cultural e históricamente, chocaron por varios asuntos estratégicos muy importantes, como el destino del arsenal nuclear soviético, el destino de la Flota rusa asentada en la rusoparlante península ucraniana de Crimea, entre otros.  Este choque de intereses ha dañado la relación bilateral entre ambos países que lo único que ha propiciado no es el fortalecimiento de una u otra, sino el reacomodo geopolítico de actores ajenos al juego estratégico en la región durante la era soviética. Me estoy refiriendo a Occidente que, obviamente, a partir de 1991 ha iniciado una oleada de influencia hacia las ex repúblicas soviéticas para minar la acción de Rusia fuera de sus fronteras.

La más significativa de estas acciones ha sido la entrada del capitalismo de manera salvaje a todo el ex bloque soviético creando un sistema financiero, me baso en lo que actualmente refleja la crisis financiera en Rusia, totalmente sujeto a las fluctuaciones de las finanzas anglosajonas, hoy en plena decadencia. Esa es la factura más cara que Rusia ha tenido que pagar en la reciente coyuntura internacional: la actual crisis global ha golpeado de manera imperdonable a una naciente Rusia que había confiado en su sector energético para posicionarse como una verdadera potencia mundial en todos los órdenes, principalmente en el militar, energético y geopolítico.

La estrategia había funcionando, siendo el año 2008 el que coronaría este creciente poder, al grado que permitió a los rusos darse el lujo de invadir Georgia en agosto. Pero en realidad este poder era más un espejismo que una realidad. Los actuales precios del petróleo, situados en un nivel bajísimo, 40 USD por barril (Reuters, 20.1.09), han traído a la realidad de nueva cuenta a la nación más grande del planeta, que para superar estas crisis debe de irse deshaciendo paulatinamente de ese feroz capitalismo financiero y continuar con la reestatización de las materias primas, cosa que ha hecho bien el hombre fuerte de ese país en los últimos años: Vladimir Putin.

Es en este contexto en el que se centra la reciente disputa gasera entre los países ya referidos. Pareciera ser similar a lo acaecido en los primeros meses de  2006, cuando Moscú decidió cortar el suministro de gas a Kiev, sin embargo, aquel episodio se resolvió de manera rápida y en 3 o 4 días Gazprom (monopolio estatal ruso y gasera más grande del planeta) reanudó el envío de gas a Ucrania, viéndose poco afectados los países europeos dependientes en gran medida del gas ruso.

Hoy en día, el problema fue más grave. Varios países, principalmente de Europa del Este, se vieron verdaderamente afectados por el corte de suministro de gas, pues dependen en cantidades impresionantes del gas ruso. Por ejemplo, según cifras del importante Council of Foreign Relations, (CFR, 9.1.08) Finlandia, Eslovaquia y Bulgaria dependen casi al 100% del gas ruso.  Alemania, Polonia, Austria y República Checa también tienen un alto porcentaje de dependencia del gas que reciben de Gazprom.  Ni qué decir de los países bálticos como Letonia, Estonia y Lituania cuya única fuente energética es la Federación de Rusia. Por consiguiente, la crisis que se vivió entre Moscú y Kiev ha afectado tanto a gran parte de la Unión Europea como a países no integrantes de ésta, ocasionando que se vierta gran presión sobre ambas partes, al empezar a considerarlas como ineficaces para el suministro energético e incluso amenazándolas de que si su disputa en torno al gas no se resolvía rápidamente las relaciones entre la UE-Rusia y Ucrania se verían afectadas enormemente.

Sin embargo, el discurso europeo peca de exagerado, ya que hasta el momento los europeos tienen tal dependencia del gas ruso que cualquier acción que se haga amenazando a la que fuera la más poderosa de las repúblicas ex soviéticas es intrascendente. Para reducir tal dependencia se ha venido fraguando un gran proyecto de construcción de  gasoductos y oleoductos denominado Nabucco. La idea de este proyecto, detenido actualmente por la crisis financiera, es que mediante la contribución de poderosos Estados europeos como Alemania, Francia, Italia e incluso Gran Bretaña, así como de empresas privadas, se traslade petróleo y gas natural de países de Asia Central como  Turkmenistán y Azerbaiyán (también repúblicas ex soviéticas), logrando así abrir más mercados que compitan con el cuasi monopólico ruso.

Andrei Fedyashin (RIA Novisti 12.1.09), analista político de la agencia oficial de noticias rusa RIA Novosti, aduce que ambas repúblicas de Asia Central gozan de elevadas expectativas hechas por los europeos.  Si bien es cierto que Azerbaiyán tiene uno de los potenciales energéticos más elevados de la región, según Fedyashin, no está claro a quién le venderá la elevada producción estimada para 2013 de ocho billones de metros cúbicos, puesto que Rusia en una movida geopolítica tiene contratos con Azerbaiyán, lo cual reduciría de facto la cantidad que el país ribereño del Caspio pudiera exportar hacia Europa vía “Nabucco”.  Estos gasoductos pasarían a Europa vía Turquía y los Balcanes, evitando a los países europeos  comprarle petróleo y gas a Rusia, además de ahorrarse las disputas contractuales entre ésta y Ucrania, ya que hoy en día el 80% del gas ruso pasa por tierras ucranianas. Sin embargo, el otro Estado contemplado para surtir de energéticos a la UE, Turkmenistán, señala Fedyashin, no tiene la capacidad de aumentar su producción gasera. Hoy en día, Turkmenistán tiene una producción de 80 billones de metros cúbicos por año y según lo que se contemplaría en los contratos para el proyecto “Nabucco”, dicho país tendía que aumentar su producción a 150-155 billones. Cosa que luce imposible para un país que a pesar de experimentar una mejora en su economía propiciada por los elevados precios de los energéticos vistos el año pasado, aún no tiene una infraestructura de la magnitud de gigantes energéticos como Rusia, Irán o Arabia Saudita para lograr un aumento tan descomunal como el que representaría el doblar la producción gasera.  Por lo tanto, concluye Fedyashin, “en el futuro cercano no habrá alguna alternativa para suplir a Rusia como principal suplidor de energéticos”. Así, la Unión Europea tiene que ser muy cautelosa en cómo se maneja con Rusia, pues las relaciones entre ambas entidades se han deteriorado demasiado desde la invasión a Georgia.

Ahora bien, como ya señalé anteriormente, los dólares o euros, desde mi punto de vista, no están definiendo el tono de las relaciones bilaterales entre ambas ex repúblicas soviéticas, Rusia y Ucrania, sino el actual entorno geopolítico que se vive en la región. Actualmente, sabedora de su fragilidad financiera a Rusia no le queda más que mostrar un rostro agresivo y temerario hacia el exterior, pues debe pasar de país en defensa a país en ataque, como bien se mostró en agosto pasado en Osetia del Sur. Al mismo tiempo, Occidente quiere minar el asenso ruso en materia energética y geopolítica e incluso militar, ya que Estados Unidos bajo la administración Bush impulsó interesadamente la instalación de un radar detectamisiles de largo alcance en Polonia aunado a una base permanente de misiles también de largo alcance en República Checa. El pretexto es que según este sistema de misiles es para proteger a Occidente de las potenciales amenazas que podrían representar estados como Irán e incluso Corea del Norte. Pero lo cierto es que, se ha comprobado, al menos desde el lado ruso, que Irán no tiene la capacidad militar de alcanzar objetivos a más de 2,000 kilómetros de sus fronteras, lo que de facto elimina la posibilidad de impactar objetivos en la Europa continental. Así, pues, dicho sistema “de defensa” lo único que ha ocasionado es la reacción del gigante ruso, quien se ha propuesto recuperar el espacio de poder que alguna vez tuvo durante la era soviética.

Dos son los países que más le importan al Kremlin, uno de ellos Georgia, en donde ya dio una lección de lo que es capaz con tal de repeler la injerencia occidental en el Cáucaso, y otro Ucrania, que desde mi punto de vista es el país más importante para Rusia en términos de posicionamiento global y estrategia energética y militar. Por ende, es lógico que Putin y compañía respondan vigorosamente ante la afrenta occidental, impulsada por Estados Unidos, de querer adoptar a Ucrania y Georgia como nuevos miembros de la OTAN. ¡Imagínense el enemigo (léase EU) a tan pocos kilómetros de la Plaza Roja!. Simplemente, Putin y Medvedev no pueden permitir eso. 

Sabio sería de parte del nuevo presidente estadounidense el eliminar la construcción del sistema de misiles en Europa Central, así como postergar indefinidamente la anexión de Ucrania y Georgia dentro de la alianza militar atlántica (ambos Estados ni tienen costa con el océano Atlántico). Por su parte, Rusia, si bien es cierto que debe defenderse y mostrarse ante el mundo como una renaciente superpotencia, también no debe descuidar los asuntos internos, principalmente en materia económica y de infraestructura. Una reforma a su sistema financiero y el fortalecimiento del Estado, harían de Rusia un país más hábil para enfrentar las tempestades financieras que persistirán al menos en los próximos dos años.

En referencia a Ucrania se puede decir que los problemas que esta nación afronta cada día agudizan más la crisis que ahí se vive en todos los órdenes. Todas las encuestas muestran un alto rechazo a la posible anexión a la OTAN y el presidente Victor Yushenko vive hoy en día un duelo a muerte con la primera ministra Yulia Tymoshenko, que ha dañado todas las esferas de desarrollo nacional. Amén de los problemas financieros, económicos y políticos que vive Ucrania, ampliamente abordados por los interesados en este tema, desde mi perspectiva el más amenazante problema es el relacionado con la identidad nacional ucraniana. Los líderes políticos han querido anexar a un país que está lejos de compartir una civilización con Occidente, que aunque si bien la civilización occidental y la ortodoxa tienen rasgos cercanos, Ucrania nunca será parte de Occidente; su identidad está con Rusia y no con otra civilización. Este problema de identidad, claramente advertido en la clase política ucraniana, amenaza de tal manera que se ha llegado a señalar que este país podría balcanizarse (separarse violentamente), puesto que la Ucrania del Este se identifica tanto con Rusia (de hecho, el ruso se habla más en esta parte que el ucraniano) que con todo gusto aceptaría unirse a la Federación.  Mientras tanto, la Ucrania occidental, con tradiciones comunes y costumbres propias, se separa un poco de Rusia, pero no al grado de decir que pertenecen a Occidente. Eso es algo que se deben de meter a la cabeza los líderes ucranianos y en especial el presidente Yushenko, quien embelesado por el espejismo que Occidente aparenta ser, está dispuesto a renunciar a su propia identidad con tal de socavar el poderío ruso.  NO hay peor cosa en este mundo que negar la propia identidad de uno mismo.

En resolución, si Ucrania como tal no quiere ser parte de la historia y autoborrarse del mapa europeo tiene dos caminos. No hay más. UNO: Alinearse a las filas del Kremlin creando una fuerte alianza de cooperación en todos los ámbitos, como Bielorrusia hizo inteligentemente; o DOS: seguir debatiéndose entre su fútil lucha de identidad, seguir con las políticas pro-occidentales que nada bueno han dejado a la población ucraniana y encaminarse  hacia la autodestrucción.  No es necesario estar peleados con Occidente para defender la identidad civilizatoria, creo que el más claro ejemplo de esto es China, pero de ahí a convertirse a una “sirvienta” de intereses occidentales hay mucho trecho. 

miércoles, 7 de enero de 2009

Sobre Gaza y la necesidad de reestructurar el orden internacional

Después de un prolongado descanso ocasionado por asuntos escolares y de fin de año me permito retomar la publicación en mi blog con un tema que merece la atención del público en general. Ante tales eventualidades no se puede ser indiferente. Simplemente no. Por lo tanto, las siguientes líneas las dedicaré, sin ser un experto en Medio Oriente ni mucho menos, a abordar la problemática actual en la Franja de Gaza desde una perspectiva geopolítica y diplomática. Abarcando a los autores de mayor peso en el concierto de las naciones, sus posiciones y sobre todo la influencia que puedan tener para detener la matanza de palestinos perpetrada por manos judías.

Europa, Rusia y China están pagando caro su nula influencia geopolítica en asuntos relacionados con Medio Oriente, pues Estados Unidos ha acaparado totalmente lo relacionado con esta conflictiva región del planeta, “casualmente” la más violenta de todas. (Que raro que la región en donde EU está más metido sea la más violenta). No hay duda que una de las mejores labores que realizaron los encargados de la política exterior estadounidense en los ciclos presidenciales de la posguerra, fue el fortalecimiento de los lazos entre Estados Unidos e Israel y la nulidad total de las potencias europeas, principalmente Francia, Alemania e Italia. Gran Bretaña ha mantenido un estatus medio, ya que básicamente se pliega a todas las decisiones que Washington toma.

Voy a explicar a grandes rasgos lo que está sucediendo en Gaza, aunque realmente es cosa que el lector ya debería saber, empero, considero necesario para el buen entendimiento del presente escrito que se capte la idea general de los acontecimientos que comenzaron hace algunas semanas. Cuando uno lee la prensa internacional es increíble percatarse de la polaridad de opiniones en torno a lo acaecido en Gaza. Por un lado, la prensa anglosajona, cuyos principales diarios (The Guardian, The Financial Times, The Times, The New York Times, The Washington Post) se han caracterizado por tener una visión totalmente conservadora en materia de política exterior, ha aducido que lo que se está viviendo en aquella densa región fue ocasionado indiscutiblemente por los ataques de Hamas con misiles de fabricación casera a ciudades sureñas de Israel. Mientras tanto, medios árabes (Al Jaazera, agencia de noticias con base en Qatar) muestra, a mi juicio, una visión más moderada del asunto, pues efectivamente condena y fustiga la incursión israelita a tierras palestinas, pero reconoce la acción de Hamas, sin embargo, no manifiesta que el partido radical islámico rompió la tregua de seis meses que desde junio del año pasado tenía con el Estado de Israel. Por su parte, la prensa hebrea (Haaretz, Debka, The Jerusalem Post), evidentemente, culpa de la tragedia a Hamas única y exclusivamente, y pone de manifiesto el derecho que tiene Israel de defender a sus ciudadanos.

Se me ocurre un parangón al respecto; cuando Rusia invadió Georgia en el verano pasado, el argumento principal que manejó para realizar la no menos sangrienta incursión fue el derecho que tenía de defender a sus ciudadanos osetas (los osetas del sur tienen ciudadanía rusa; para más al respecto véase mi artículo “Arde el Cáucaso”) de los ataques perpetrados por fuerzas federales georgianas. La respuesta fue desproporcionada y totalmente fuera de la realidad militar que exigía un mero bombardeo estratégico a las instalaciones militares georgianas. Lo mismo está pasando en Gaza. Israel, que se supone está bombardeando sólo instalaciones de Hamas, ha asesinado a más de 600 civiles inocentes (Al Jaazera 7.1.09) que han sido víctimas tanto del gobierno fanático de Hamas como de la atrocidad y el abuso militar del ejército israelita. Mientras más penetren las fuerzas judías dentro de la Franja de Gaza, más será el daño causado a la población, ya que los combates se realizan en plena ciudad en la que la gente está expuesta y sin protección.

Ahora bien, la comunidad internacional se ha movilizado para frenar la guerra en Gaza. El país europeo que más ha puesto empeño en esto ha sido Francia, cuyo presidente Nicolás Sarkozy es un activo diplomático, siempre estando presente en las negociaciones de paz y buscando soluciones inmediatas a los conflictos (recuérdese que él negoció la paz que puso fin a la guerra en Georgia). Sarkozy junto con el presidente de Egipto Hosni Mubarak, en el balneario egipcio de Sharm el-Sheik al sur del Sinaí, delineó un proyecto de cese a las hostilidades, en el que destaca el alto total a las hostilidades, siempre y cuando Hamas deje de atacar los asentamientos judíos en el sur de Israel. A pesar del empeño que han mostrado los encargados de la política exterior, se puede observar la enorme falta de influencia que tiene hacia Israel. En pocas palabras, Israel está haciendo lo que quiere. Esto se puede entender con grandes potencias mundiales como Rusia y Estados Unidos, que en sus guerras recientes desoyeron a la comunidad internacional, pero en un poder medio como Israel, ¿cómo es posible que se pase por el Arco del Triunfo las exigencias de detener inmediatamente las hostilidades? Primero que nada, como ya señalé, Israel tiene el apoyo incondicional de Estados Unidos; segundo, el propio los mundos árabe e islámico (que no son lo mismo) han mostrado una falta de consenso con respecto a la posición que se debe tomar en este conflicto. Egipto, Arabia Saudita, Turquía, Indonesia, Pakistán, que son los países islámicos de mayor peso no han pronunciado una enérgica protesta en contra de los judíos. Uno se preguntará cómo esto es posible, ya que ciñéndose a la teoría del choque de civilizaciones del magnífico analista internacional Samuel Huntington, fallecido hace unas semanas, los países hermanos, en términos civilizatorios, de los palestinos deberían de apoyar incondicionalmente a Hamas y emprender una guerra directa contra el enemigo judío. Sin embargo, la realidad geopolítica actual desmiente la interesante propuesta de Huntington, en donde los países se alinean con forme a intereses financieros, macroeconómicos y geopolíticos. De hecho, no es tan reciente este fenómeno, pues mientras Huntington escribía su teoría del choque de civilizaciones (véase, el artículo del citado autor llamado “The Clash of Civilizations” en la influyente revista Foreign Affairs del verano de 1993) Estados Unidos proporcionaba ayuda subrepticia a un Estado musulmán en contra de un cristiano ortodoxo (Bosnia vs Serbia). Así como el año pasado avaló la creación de un estado artificial en donde existía una milicia fundamentalista islámica (Kosovo). Entonces, no todo es civilización ni cultura, la realidad global nos ha demostrado que eso no pesa lo que Huntington verdaderamente pensó que pesaría en las relaciones internacionales contemporáneas.

Así pues, Gaza no tiene el respaldo incondicional de sus “hermanos” árabes y musulmanes. Únicamente cuenta con el apoyo de Siria, cuyo gobierno tiene un discurso extremadamente violento hacia Israel, e Irán, que no es necesario decir que posición tiene, con tal de saber que su presidente Mahmud Ahmadinejad menciona que Israel debe ser borrado del mapa. Obviamente Hezbollah, milicia fundamentalista chiita con base en el sur de Líbano, también apoya a Hamas, pero este apoyo no se ve traducido en aportes militares o humanitarios sino que es mercamente moral. Tercero. La comunidad internacional está queriendo resolver un conflicto regional bajo modelos que están fuera de la realidad global en materia de política exterior. Con esto quiero decir que los mecanismos de control de seguridad mundial en las Naciones Unidas están rebasados por las actuales circunstancias. No estamos más en aquel mundo bipolar del siglo pasado, ni el mundo unipolar de la década de los noventa, en el que Estados Unidos hacía y deshacía a su antojo. La realidad es otra, hay múltiples actores regionales y mundiales que hacen necesaria la búsqueda de consensos en cualquier conflicto, ya sea regional y menos probable global. Lo anterior ya lo divisó el extraordinario geoestratega polaco-estadounidense Zbigniew Brzezinski, asesor de Barack Obama en materia de política exterior, quien en una conferencia magistral en el prominente think thank británico Chatham House delineó lo que podría ser la nueva política exterior de Estados Unidos bajo la presidencia de Obama. (Véase Chatham House 28.11.08). A pesar de que realmente es aceptable lo que propone el señor Brzezinski, hay dos cosas que faltan y que atañen directamente a este texto. Una es la reestructuración del Consejo de Seguridad de la ONU (CSONU) en donde se manifiesta claramente la caducidad del orden global pasado. Tres de los cinco miembros son occidentales (Estados Unidos, Francia y Reino Unido), y China y Rusia tienen nula influencia en Medio Oriente, y menos aún, en Palestina. El único miembro árabe del CSONU es Libia, que funge en este periodo 2008-2009 como miembro no permanente sin derecho a veto. De hecho Libia hace unos días propuso una moción para que se condenara la incursión israelí, sin embargo, Estados Unidos la rechazó. Entonces, lo que se debe hacer para afrontar con mayor eficacia ya no este conflicto, pues ya no se actuó eficazmente, sino otros eventuales choques armados entre diferentes Estados, es aumentar el número de miembros permanentes en el CSONU a 10, más otros 5 no permanentes, y eliminar el poder de veto, el cual únicamente sirve para defender los intereses particulares de determinado país. Los cinco nuevos miembros serían elegidos, ahora sí como diría Huntington, por la civilización a que pertenecen. Así, India tendría que ocupar un asiento permanente no sólo por su la grandeza de su civilización sino por el peso macroeconómico y geopolítico- regional que tiene; además de que tiene armas nucleares. Pakistán, también con armas nucleares, representando al mundo islámico. Un país con más de 170 millones de habitantes de enorme peso en asuntos relacionados con Asia Central e importantísimo actor en la cuestión afgana. Sudáfrica, potencia económica, financiera y militar del África Negra. Alemania, representando a Europa, que a pesar de que militarmente no tiene tanto peso, en materia económica y financiera representa la 3° potencia mundial. Y finalmente, Brasil representando a Latinoamérica, región que ha incrementado sustancialmente sus relaciones políticas, financieras e incluso militares con gigantes como Rusia, China e India. En cuanto a los 5 miembros no permanentes, dos pertenecerían al mundo árabe-islámico, pudiendo incluir países como Irán, Siria, Turquía, Arabia Saudita o Egipto. Uno al África Negra, pudiendo ser Nigeria, Congo o Etiopía. Uno a Europa del Este, en donde países como Polonia, República Checa o Ucrania podrían desempeñar papeles más protagónicos que los que actualmente tienen. Uno a la región Asía-Pacífico, en donde los principales candidatos serían Australia, Japón y Nueva Zelanda; y finalmente, pero no menos importante, uno a América Latina, en donde México, Argentina o Venezuela podrían jugar un papel importante como piezas en el tablero internacional mundial. Así, el CSONU sería un organismo internacional totalmente legítimo para tomar decisiones, pues sus resoluciones contarían con el mayor grado de consenso de la comunidad internacional, en donde la eliminación del poder de veto evitaría el solapamiento de países protegidos, principalmente por Estados Unidos.

Ahora bien, ¿qué se debería de hacer para salir de la crisis en Gaza? Primero que nada, frenar los ataques israelitas y retirar las tropas de dicho país. Al mismo tiempo, la ayuda humanitaria debe empezar a fluir rápidamente. Al parecer, el ejército abrió un corredor de ayuda humanitaria, (CNN, 7.1.08) ya que se corre el riesgo de provocar una crisis de devastadoras consecuencias en un pequeño territorio de aproximadamente 1.5 millones de personas (la densidad de población es de 4.200 habitantes por km2, pero no es suficiente. Segundo: Israel una vez que retiró el grueso de sus tropas de tierra debe enviar un comando especial para destruir la infraestructura militar de Hamas, pero ojo, aquí está la clave para comprender el problema. En última instancia, Israel quiere deponer a Hamas del gobierno en Gaza, esto sería una violación flagrante del derecho internacional, puesto que Israel no tiene ningún derecho a quitar y deponer el gobierno de ningún país. En lo único en lo que estoy de acuerdo es que debe de evitar que se sigan lanzando misiles a ciudades judías, pero en ningún momento derrocar a Hamas, pues esto traería más inestabilidad a la región. Deponer a Hamas significaría orillar a esta agrupación al ostracismo, lo cual generaría más ataques suicidas contra los israelitas. No hay región donde la máxima de “violencia genera más violencia” se cumpla con mayor cabalidad como en Medio Oriente. Tercero. Una misión permanente de paz de Naciones Unidas debe ser desplegada. Soldados de pacificación y comisiones especiales deben monitorear el respeto de ambos bandos del cese al fuego. Esta misión debe de permitir el rápido suministro de los alimentos y ayuda médica, debido a que la capacidad de los hospitales de Gaza está rebasada por los miles de heridos que se tienen que atender. Asimismo, la misión de paz coadyuvaría a restaurar el estado de derecho en Gaza, pues los constantes bombardeos han destruido gran parte de la infraestructura gubernamental en la Franja.

En última instancia, crear un Estado Palestino es importantísimo para buscar la tan ansiada estabilidad y paz en la región. Hace algunos años la próxima secretaria de Estado norteamericana Hillary Clinton mencionó que crear un Estado Palestino “es muy importante para el gran objetivo de buscar la paz en Medio Oriente”. (The New York Times, 7.5.1998) Siendo así, el reconocimiento internacional y la integración de Palestina a nivel Estado generarían una mayor cooperación entre los actores de la política mundial y neutralizaría la inmensa influencia estadounidense (principalmente republicana). Por consiguiente, la próxima administración de EU (demócrata) tiene la complicada tarea de crear el ambiente propicio para la creación de nuevo Estado bajo todos los parámetros que marca el derecho internacional, pues no debe de quedar ninguna duda en la legitimidad y legalidad del nuevo integrante de la comunidad internacional. La creación de un Estado Palestino en épocas anteriores fue casi imposible, ya que la política exterior estadounidense estaba dominaba de manera abrumadora por los neoconservadores, quienes con la transición que se llevará a cabo en unas semanas, perderán la gran influencia que tenían dentro de la cúpula política norteamericana. Entonces, ahora más que nunca es posible la creación de una Palestina libre; sólo deben conjugarse la voluntad de las potencias occidentales y la mayor participación de actores como Rusia y China para poder neutralizar tanto a Israel, que con un discurso violento y unilateral no ayuda en nada a la pacificación, así como también las actitudes beligerantes de Hamas, Hezbollah e Irán. El fundamentalismo, radicalismo y sionismo es igualmente dañino y perjudicial para la máxima meta en la región: buscar la paz y evitar que sigan las matanzas de civiles inocentes ya sean judíos o palestinos.