lunes, 8 de marzo de 2010

China penetra en los Balcanes












Cuando la embajada china en Belgrado fue bombardeada accidentalmente por la OTAN en 1999, el gobierno del país asiático reaccionó de manera tibia, por no decir insignificante. El contexto internacional no era para menos pues Estados Unidos era indiscutiblemente el hegemón del planeta. Sin embargo, el equilibrio de fuerzas en la política internacional ha cambiado mucho en la actualidad.

Si bien China ya estaba en el escenario global como una potencia “emergente” hacia fines de la década de los 90, el mundo unipolar, que fue consecuencia de la caída del Muro de Berlín y de la Unión Soviética, estaba en su máximo apogeo aquellos años. No fue casualidad que en esta década Estados Unidos haya peleado las dos guerras con más consenso en la comunidad internacional durante el siglo XX: la guerra del Golfo Pérsico de 1990 a 1991 y la intervención de la OTAN en la ex Yugoslavia de 1994 a 1999.

No es tema del presente escrito, pero si se analizan las consecuencias a largo plazo de estas dos guerras, se verá que en realidad resultaron ser un fracaso. Cierto, se frenaron los crímenes de guerra en Kosovo y se logró la paz en la convulsa región balcánica. Sin embargo, se sentaron las bases para otra “balcanización” de algunos países de aquella península, en especial Bosnia, cuyo régimen político, según mencionó recientemente en una entrevista el ex primer ministro bosnio Haris Silajdzic, está a punto de colapsarse debido a la falta de implementación correcta de los Tratados de Dayton de 1995, por cierto firmados bajo auspicio estadounidense en Ohio. (CNN, 1.3.10)

Por lo tanto, no será extraño si las próximas elecciones en aquel atribulado país europeo desembocan en un intento de secesión de la Republika Srpska (República serbobosnia). De ser así, los espectros de la dominación otomana se volverán a aparecer: Bosnia, como lo ha hecho desde el siglo XIX, puede atraer de nuevo los reflectores de la comunidad internacional.

El caso de Medio Oriente no es necesario referirlo demasiado. Basta recordar los dos conflictos en los que EU se empantanó durante la presidencia de George W. Bush: Irak y Afganistán. Es tal el lastre que sigue cargando EU en aquellos desérticos rincones de Asia que el éxito o fracasó (más fracaso que éxito en el caso de Afganistán) que tengan las políticas de Obama hacia ambos escenarios será definitorio para las aspiraciones de reelección del mandatario estadounidense en 2012.

Por consiguiente, si Estados Unidos en los 90 buscaba alcanzar la paz y lograr estabilidad en las dos regiones en las que intervino, es una perogrullada afirmar, entonces, que en el caso de Medio Oriente fracasó estrepitosamente, mientras que en los Balcanes, aunque ciertamente la paz se alcanzó, la estabilidad política en varios países como Bosnia y Macedonia está muy lejos de sostenerse e incluso obtenerse.

Después de este necesario marco introductorio concentrémonos en la región de los Balcanes. La realidad geopolítica de esta región del planeta desde una perspectiva internacionalista se puede sintetizar con el siguiente aserto: si en la década de los 90 el mundo atestiguó la cruenta balcanización de la península del mismo nombre, en la primera década de este siglo, e incluso ya desde la segunda mitad de la década de los 90 en el caso de Eslovenia, se ha llevado a cabo un proceso que bien puede ser calificado como la europeización y occidentalización de los Balcanes. Esto debido a la entrada de varios países como Croacia y Eslovenia a la esfera política y económica de Europa, y más allá de las fronteras del Viejo Mundo, a la estructura militar de Occidente, o sea la OTAN.

Ahora bien, no obstante esta realidad política y económica relativamente uniforme en todos los países de la península, no se puede soslayar la realidad particular de cada país, en tanto que existen Estados no occidentales que desean tener presencia e influencia en la zona amén su proceso de europeización y occidentalización.

Al hablar de poderes ajenos a Occidente, en el caso balcánico no queda duda que ha sido Rusia la potencia que más injerencia ha tenido en los asuntos internos y externos de los países de aquella región europea. Históricamente, el Imperio Ruso, después la Unión Soviética y en mucho menor medida la Rusia contemporánea, han considerado a los Balcanes como parte de su esfera de influencia, aunque no siempre su presencia ha sido de la misma magnitud. Actualmente, merced al estado de sus relaciones con Occidente y aunado a la delicada situación interna en términos económicos que vive Rusia, se ve difícil que la otrora superpotencia global luche por ganar una influencia considerable en territorios más allá de Ucrania al este, Georgia al sur y las Islas Kuriles al oriente. Rusia se debería concentrar, como de hecho lo está haciendo, en consolidar su poder geopolítico en regiones en donde lo puede hacer (como ya lo está haciendo en el Ártico); y deshacerse, a riesgo de sufrir severas humillaciones, de aquella nostalgia de la era soviética de la guerra fría.

Pero ¡oh sorpresa! actualmente no es Rusia la potencia no occidental que intenta penetrar en los países balcánicos, sino que es China, cuya potente economía le demanda una mayor injerencia, presencia e influencia en regiones más allá del continente asiático. Esto viene a colación ya que hace pocos días fue publicado un artículo en la agencia de noticias Deutsche Welle, en el que se hace referencia a la enorme inversión económica que el gigante asiático está realizando en países balcánicos, de manera especial en Serbia. Dicho sucintamente: China se encuentra realizando algo similar a lo que hizo Estados Unidos con Latinoamérica en los albores del siglo XX, (periodo de la política exterior estadounidense que se conoce como la diplomacia del dólar) que en el caso chino hacia los Balcanes bien podría ser calificada como la diplomacia del yuan.

El gobierno chino ha otorgado préstamos generosos a países como Serbia, los cuales resultan ser mucho más accesibles en términos de intereses que aquellos que otorgan las instituciones financieras occidentales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Asimismo, obras de infraestructura de gran envergadura se están realizando con dinero chino. Tal es el caso del proyectado puente sobre el río Danubio, que en palabras del autor de la citada agencia alemana Tamsin Walker, “es importante para aliviar el tránsito en Belgrado, así como para probar qué tan bien puede trabajar China con su socio del sudeste de Europa”. (Deutsche Welle 3.4.10)

Estados Unidos, en el marco de la diplomacia del dólar, comenzó su penetración en Latinoamérica mediante grandes inversiones por parte de sus corporaciones. Posteriormente, su presencia económica se convirtió en una indiscutible influencia política al grado que sólo hasta hace pocas décadas América Latina ha comenzado a emanciparse políticamente de Washington. Ciertamente China no pretende poner y quitar gobernantes en los países balcánicos como Estados Unidos lo hizo en la gran mayoría de los países latinoamericanos. Sin embargo, lo que resulta a todas luces cierto es que Beijing está mandando un fuerte mensaje a Occidente, en el sentido de que China no es más la potencia emergente de que se habla, sino un verdadero actor global que domina su entorno geográfico más próximo, pero que asimismo puede comenzar a posicionarse económicamente en regiones en donde los actores externos anteriormente estaban bien definidos como en el caso de los Balcanes.

Allende el ámbito económico, China además participa activamente en las sesiones del Consejo de Seguridad de la ONU y en la Corte Internacional de Justicia en referencia al tema de Kosovo. Es sabido por todo mundo que China se opone categóricamente a la separación de la mítica cuna de la ortodoxia serbia. No necesariamente porque le interese la estabilidad de los Balcanes, sino porque, como señala el especialista Dusan Reljic, las numerosas minorías que habitan la inmensa China podrían seguir los pasos de los albaneses en Kosovo, en especial Xianjing y el Tibet. Por cierto, Reljic en entrevista con el diario alemán Der Spiegel mencionó lo que muchos ya sabíamos: Kosovo es más un protectorado de la Unión Europea que un Estado independiente. (Der Spiegel, 18.2.08)

Lo expuesto en este texto no quiere decir que Serbia vaya a capitular en sus intenciones de incorporarse a la Unión Europea, ni que dejará de ser socio de las instituciones financieras de Occidente. Empero, es probable que los países balcánicos, en especial aquellos en donde China está aumentando su presencia económica, diversifiquen sus relaciones con otros actores globales que les permitan tener mayor flexibilidad ante situaciones críticas en los organismos occidentales. No es coincidencia que la crisis económica que llevó a Grecia al estado en el que se encuentra, sea producto de su gran dependencia de Bruselas, en un contexto en el que la Unión Europea, como recientemente mencionó el Nóbel de economía Paul Krugman, ha demostrado sus fallas estructurales. (véase Paul Krugman, “The Making of a Euromess”, The New York Times, 15.2.10)

En conclusión, dos son las ideas que más se rescatan de esta penetración China en los Balcanes. 1) Por una parte, el gigante asiático comienza cada vez más a expandir su esfera de influencia a rincones en los que décadas atrás se pensó difícil que pudiera posicionarse, pasando de ser una economía “emergente” a una verdadera potencia global. 2) Por otra, los incipientes países ex yugoslavos pueden tener en China a un socio alternativo de la UE y sobre todo más confiable en el ámbito económico. Además de que la milenaria nación puede ser un aliado político, al menos en el caso de Serbia.

En última instancia, ambos asertos corresponden a la presente realidad de la política internacional en donde el multilateralismo ha sustituido al mundo unipolar de los noventa. Así que seguramente cualquier bombardeo “accidental” a alguna embajada china en los Balcanes no pasaría desapercibido el día de hoy.