lunes, 5 de abril de 2010

La decadencia de la jerarquía católica global













Las recientes declaraciones del arzobispo Noberto Rivera Carrera representan el cinismo al que puede llegar la jerarquía católica. El señor Rivera señaló hace algunos días que era inadmisible el encubrimiento de pederastas por parte de cualquier sacerdote, no importando su rango dentro de la estructura de la Iglesia. (La Jornada, 1.4.10). Yo me pregunto si el señor Rivera no se habrá mordido la lengua, pues si hacemos memoria, podemos recordar el caso de pederastia protagonizado por el padre Nicolás Aguilar de Tehuacán, Puebla. Este caso viene a colación porque fue precisamente Norberto Rivera Carrera quien encubrió a este sacerdote pederasta e incluso autorizó su traslado a otras diócesis sin informar los antecedentes que el padre Nicolás tenía. (Cfr. Rodrigo Vera, Proceso, no. 1566, “Encubrimiento documentado”, domingo 5 de noviembre de 2006.)

La historia es bien conocida. El caso de Rivera fue llevado a una corte en Los Ángeles. El primer hombre al mando de la Iglesia en México no sólo se enfrentó a los padres de las víctimas que sufrieron a manos del padre Nicolás, sino también a otros primados que rechazaron las versiones de Rivera Carrera, como fue el caso del obispo de Los Ángeles Roger Mahony, quien advirtió a las autoridades que nunca le fue avisado por parte de Rivera Carrera el comportamiento del padre Nicolás. (La Jornada, 7.8.07)

A pesar de las pruebas documentales de la propia Conferencia del Episcopado Mexicano, que muestran que efectivamente Rivera autorizó el traslado de Aguilar a sabiendas de sus antecedentes, de las contradicciones en las que cayó durante sus comparecencias en los juicios llevados a cabo en Los Ángeles, del clamor de decenas de padres de familia cuyos hijos fueron víctimas del padre Nicolás, Norberto Rivera Carrera fue absuelto y continúa oficiando misa en la Catedral Metropolitana. ¿Tiene autoridad moral para hacerlo?

Otro jerarca de la Iglesia Católica en México es Onésimo Cepeda. Su caso es también a todas luces conocido. Gusta realizar fiestas de cumpleaños que cualquier magnate estadounidense bien podría envidiar. Sus invitados no son precisamente miembros de la humilde feligresía de la diócesis de Ecatepec. Más bien son miembros de la cúpula política y económica que controla a este país. Llegan en helicópteros, disfrutan de suculentos banquetes. Pero eso sí, al domingo siguiente el señor Cepeda se quita su traje de mafioso y se pone su disfraz de obispo para en la homilía decirle a su feligresía que se contente con lo que Dios les ha dado en esta vida, al fin y al cabo, el paraíso se alcanza en la siguiente vida, no en nuestra efímera vida terrenal. Actitudes como las de este jerarca lo único que hacen es alimentar el viejo mito protestante (nacido en el sigo XVI tras la Reforma luterana que más que ser una interpretación teológica de las sagradas escrituras fue una herramienta política en contra de la España católica en el marco de su proceso de contrarreforma) en el sentido de que el catolicismo era una religión que fomentaba la pobreza terrenal, mientras que el protestantismo, por el contrario, traería el reino de Dios al mundo de los hombres. Si analizamos las sagradas escrituras caeremos en la cuenta de que éste es un argumento falaz, pues en varios pasajes del Evangelio (signado tanto en la Biblia católica como en la protestante) Cristo señala lo contrario. Basta recordar un par de parábolas: la de las diez jóvenes y la de los talentos, en esta última Cristo concluye su enseñanza con la siguiente máxima: “al que produce se le dará y tendrá en abundancia, pero al que no produce se le quitará hasta lo que tiene.” (Mt 25, 1-30)

No obstante sus ostentosas fiestas de cumpleaños y la distorsión de la Palabra del Señor de la que vive, el señor Cepeda también suele hacer fraudes. A los que se preguntaban porqué Cepeda es amigo de tanta personalidad política y empresarial aquí está la respuesta. Son igual de fraudulentos. Todo está perfectamente documentado. Es información de dominio público, además de que de buena fuente personal tengo conocimiento que el sonado caso del obispo de Ecatepec, en referencia a la sucesión testamentaria de Olga Azcárraga y el caso de las pinturas de grandes artistas desde Modigliani hasta Siqueiros, debía finalizar en una sentencia en contra el obispo, merced a su fraudulento intento de expedir un pagaré por 130 millones de pesos a la señora Azcárraga; dinero que por cierto nunca entregó. (La Jornada, 15.10.08). Sin embargo, en parte debido a la falta de pericia del grupo de abogados que finalmente resolvió el caso, aunado a la tradicional impunidad de la que goza la cúpula política, económica y religiosa en este país, el obispo fue absuelto por el Juzgado 30 penal del Reclusorio Sur. (Proceso.com.mx, 11.2.10)

En general, Onésimo Cepeda se comporta más como un mercenario (recordar que fundó Inbursa junto con Carlos Slim) que como un religioso comprometido con los pilares fundaciones del cristianismo. Este señor, lo mismo que Norberto Rivera, se han olvidado de la Palabra que tanto pregonan en el púlpito. Son una vergüenza para la fe católica.

Por otra parte, del lado regular de la Iglesia, el caso de Marcial Maciel es dramáticamente desgarrador. Un hombre que en vida fue para miles de personas fue un modelo a seguir, una sólida figura en el ámbito moral, un verdadero pastor dedicado al cuidado de su rebaño, es en realidad un delincuente, cuyo lugar en la tierra debió ser una cárcel y no un aula, y cuya alma seguramente estará sufriendo los suplicios de los eternos infiernos, no precisamente los vergeles del Paraíso Celestial. Me queda claro que Maciel no está si quiera cerca del Santo Padre, ni del Santo Hijo ni del Santo Espíritu Santo. Su alma y su espíritu, sin lugar a dudas, están con Belcebú, Lucifer y compañía.

No es de extrañarse que esto pase con varios de los altos jerarcas católicos, pues en el México contemporáneo todas las instituciones sociales están degradadas por los tres pecados capitales en la historia de este país: la impunidad, la corrupción y la desigual distribución de la riqueza. La Iglesia no es la excepción. Empero, lo preocupante es que no sólo es en México, sino que a nivel global la Iglesia vive actualmente una de sus peores crisis en la historia contemporánea. Sólo se me ocurre un parangón en la historia de esta milenaria institución. Aquella de la Italia de los siglos XIV a XVI en donde la jerarquía eclesiástica estaba compuesta por verdaderos mercenarios de la guerra y la política. Los obispos tenían hijos, empezando por el de Roma claro, (¿quién no recuerda al infame Alejandro VI?) se mataban los unos a los otros, conquistaban territorios para saciar sus necesidades materiales, etc. El legado historiográfico de hombres como Leopold Von Ranke, Francesco Guicciardini e incluso el mismo Maquiavelo en su faceta como historiador, posibilitan conocer aquella realidad que, ciertamente en contenido es harto diferente a la de hoy, pero que en sustancia no dista mucho de lo acaecido hace siglos: es decir, la inmoralidad y decadencia en la que estuvo y está inmersa la jerarquía católica global.

En los últimos meses, cual efecto dominó, se han presentado casos de pederastia en México, Estados Unidos, Irlanda, Brasil, Alemania (tanto en la parte occidental como en la oriental), Austria y Suiza. El abuso sexual de niños ha escandalizado a la comunidad internacional sin precedente alguno en las últimas décadas. Lo más lamentable de la situación es que el propio Papa está implicado en casos de encubrimiento de pederastas. O al menos así lo da a entender la serie de reportajes documentados del prestigioso diario The New York Times. (véase NYT 22,25, 26, de marzo de 2010, en especial, 25 de marzo,“Vatican Declined to Defrock U.S. Priest Who Abused Boys". p. 1-A.)

El caso de Irlanda es sobremanera especial. Pero nada de lo que México no sea ajeno. Resulta que el cardenal Sean Brady, arzobispo de Arnegh, por lo tanto máxima cabeza de la Iglesia Católica en Irlanda, está implicando en encubrimiento de pederastas. Él mismo hace unas semanas se arrepintió ante el pueblo católico irlandés y mencionó que está dispuesto a renunciar si así lo desea el Papa. Sin embargo, Brady sigue en su cargo y no es probable que enfrente un juicio civil ni eclesiástico por el delito de encubrimiento de pederastia.

El siguiente dato duro es muy revelador del secretismo e impunidad con el que se maneja la Iglesia Católica. De 3000 casos remitidos a la Congregación de la Doctrina de la Fe, (ésta se encarga de juzgar los casos de pederastia de los padres de todas las diócesis del mundo) entre 2001 y 2010 sólo 20% fueron llevados a cortes eclesiásticas, y pocos sacerdotes de este mínimo porcentaje fueron expulsados de la Iglesia. Sólo 10% fueron expulsados inmediatamente. Otro 10% renunció voluntariamente, mientras que el 60% únicamente recibió sanciones y advertencias administrativas, como si lo que hubieran cometido no fuera un crimen y no debiera ser castigado tanto por el Derecho canónico como por las correspondientes legislaciones penales de cada país en cuestión. (NYT, 25.3.10).

Referir caso por caso es irrelevante. Lo que importa es resaltar la falta de credibilidad que tienen los altos jerarcas de la Iglesia. Unos por ser pederastas y otros por encubrir a estos criminales. Ambos debieran ser juzgados tanto por la propia Iglesia así como por cortes civiles.

Benedicto XVI mencionó algo muy acertado en el tradicional mensaje Urbi et orbi de Domingo de Resurrección. Mencionó que “en la actualidad la humanidad necesita una conversión moral y espiritual. Necesita de la salvación del Evangelio para emerger de una profunda crisis que requiere un cambio profundo comenzando por la conciencia”. (Zenit, 4.4.10) Pues esa conversión moral debe comenzar por los mismos que la pregonan. De lo contrario, incurren en la doble moral que tanto daño ha causado al cristianismo. Esa doble moral con la que se dirigen todos aquellos que gustan de lucrar con el catolicismo, (como los falsos panistas católicos mexicanos) logrando animadversión de la población que suele confundir los errores de la institución conformada por hombres de carne y hueso con el hermoso mensaje de esta religión. Un mensaje que tiene como pilares el amor y el perdón al prójimo. (Cfr. Mt, 5,38-46; Mc, 12,31; Lc 10,27)

Un dogma cuyos valores como la libertad y la justicia deben regular la vida de las sociedades es juzgado injustamente por individuos que se fijan en los errores de los hombres en lugar de apreciar la verdadera esencia del legado de Cristo expresado en el Evangelio.