domingo, 11 de octubre de 2009

¿Está Japón de regreso en el mainstream global?

























La historia no pasa en vano. Mientras más contemporáneos sean los sucesos históricos, más determinan la constitución actual de las naciones. Sólo una ruptura o un distanciamiento sustancial con el pasado puede transformar el presente de manera que la realidad que fue determinada por un pasado acontecimiento o proceso pueda ser transformada. Para decirlo en pocas palabras, y a modo de perogrullada: la historia determina el presente, es la mejor manera de comprender la realidad actual de todas las sociedades del orbe, sin ella, cualquier intento de aproximarse a la realidad es inútil e infructuoso.


Muchos ejemplos se podrían traer a colación para sustentar lo anterior, pero me parece que el caso de Japón, dado el dramatismo con el que se cumplen los postulados anteriores en la historia de ese país, además de la importancia global de lo que a continuación voy a referir, es el más representativo de ellos.


Todos sabemos qué pasó tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. En Occidente es algo muy asimilado: Europa Occidental pasó a depender de Estados Unidos en el aspecto militar (OTAN) y en el económico, al menos en los años de la reconstrucción (Plan Marshall). Europa Oriental, pasó a depender en absolutamente todos los ámbitos de la Unión Soviética hasta el colapso de ésta en 1991. China, dio paso a una nueva era en su historia tras su revolución comunista de 1949. Surgió el tercer mundo en África y Asia tras la desintegración de los últimos dos imperios coloniales del siglo XIX: Gran Bretaña y Francia. pero, ¿qué fue del perdedor asiático miembro de las potencias del Eje? La respuesta: capituló de manera humillante ante Estados Unidos y pasó a ser un apéndice de la superpotencia en Asia.


Le salió bastante caro su derrota a la otrora potencial cultural del planeta (digo otrora porque la vorágine capitalista desregulada ha despersonalizado terriblemente a los japoneses, que se quieren creer occidentales, abandonando aquella cultura milenaria que tanto orgullo representa para la cultura universal), pues Estados Unidos se aprovechó de esta situación para establecer un Estado satélite que siguiera al pie de la letra sus mandatos y que sirviera como un apéndice suyo para el cuidado de sus intereses en la zona Asia-Pacífico. De hecho, desde el punto de vista geopolítico, a Japón sólo se le puede entender como un apéndice de Estados Unidos en aras de asegurarse una fuerte presencia tan importante región pare el esquema global de Washington.


Ciertamente, las atinadas políticas económicas de la posguerra y el incentivo estadounidense le permitieron a Japón convertirse por mucho tiempo en la tercera economía del planeta, tras la URSS y EU. Desde el punto de vista geopolítico su situación no les preocupada demasiado. Tener a EU como aliado después de todo no era tan malo, a sabiendas de tener a pocos kilómetros a una amenaza que en cualquier momento podría representar una directa afrenta a Japón. No de gratis Estados Unidos estableció en Japón la que hoy en día sigue siendo una de sus bases militares con mayor infraestructura y número de soldados: Okinawa.


La situación no era tan mala. Ser un títere de Estados Unidos no era visto como un problema para la sociedad japonesa hasta hace algunos años, en los que la radicalización del conservadurismo estadounidense llevó al trasiego a la economía del país asiático, debido a su alta dependencia de las fluctuaciones financieras de Wall-Street, sumiéndola así en una terrible recesión que ha ocasionado los niveles de desempleo más altos desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Además, el pasado gobierno conservador japonés apoyó a EU en sus dos recientes guerras en Medio Oriente. Asimismo, mandó un importante contingente de tropas a Irak, el cual ya retornó a casa. No obstante, actualmente Japón sigue participando en la fracasada guerra en Afganistán, ayudando en el abastecimiento de combustible a embarcaciones militares estadounidenses en el Océano Índico.


La sociedad japonesa, consciente de que la relación de dependencia con respecto a EU había dado a la larga malos resultados, ha despertado tras un letargo de varias décadas al cambiar de gobierno de manera democrática el pasado mes de agosto. Fue tal la importancia de este cambio que en la opinión política japonesa e internacional este cambio fue visto incluso como una revolución política. Tampoco es para tanto.


Independientemente de lo que pueda hacer el nuevo gobierno de centro-izquierda, encabezado por el primer ministro Yukio Hatioyama, en materia económica, ya que son muchas las medidas que deben ser tomadas, por ejemplo: establecer fuertes regulaciones al mercado y mayor participación del Estado en la economía nacional, lo que importa de esta transición en materia de geopolítica y de relaciones internacionales es el replanteamiento que Japón hará de su relación con Estados Unidos y todas las consecuencias que esto tiene para su posición en el contexto asiático.


A Japón le urge salir de la sombra de Estados Unidos y asumir de nueva cuenta un papel de protagonista en la zona geográfica a la que pertenece. El creciente poderío chino ha engullido alarmantemente la influencia japonesa incluso en materia financiera. La pérdida de importancia del idioma japonés es representativo de lo anterior: ahora el chino ha pasado a sustituir al japonés como el idioma principal en materia financiera y económica en Asia Oriental. En Hong Kong ya no se cotiza ni en japonés, ni en inglés, ahora se hace en chino.


Ahora bien, en la actualidad los procesos históricos y el sistema político imperante en determinado país pesan demasiado en todo el orbe. En la contemporaneidad ya no es tan fácil cambiar las cosas, más cuando se tiene un sistema económico, diría Immanuel Wallerstein, de sistema-mundo, en el que el flujo de capital a nivel mundial está más interconectado que en cualquier otro momento de la historia humana. Asimismo, se afrontan retos comunes, como la seguridad global, el cambio climático, la proliferación de armas nucleares, además de que el poderío financiero de las corporaciones transnacionales minan el poder del Estado como entidad jurídico-política. Todo esto aunado a los intrincados arreglos entre las diversas clases políticas dificultan la labor de cualquier nuevo presidente, cuyo discurso sea considerablemente diferente al de los anteriores: el caso de Obama ilustra perfectamente mi argumento. Hatioyama se enfrentará a este mismo escenario. Sin embargo, se espera que ponga en marcha un programa de diversificación de sus relaciones que ponga fin a la relación de tutelaje por parte de Washington. Un hecho fáctico demuestra que el nuevo gobierno ya puso manos a la obra en esta materia.


La semana pasado se llevó a cabo un encuentro político de alto nivel en la capital china. A dicho encuentro asistieron el nuevo primer ministro japonés, el presidente de Corea del Sur y por supuesto el primer ministro de China Wen Jibao. El objetivo de esta cumbre fue entablar el diálogo con miras a fortalecer las relaciones entre las naciones asiáticas. En realidad el encuentro fue para Japón la oportunidad de mostrar una nueva cara frente a sus vecinos asiáticos. Es tal el interés de Hatioyama de sacudirse el dominio estadounidense que fue a Beijing a proponer un nuevo grupo asiático de naciones al estilo de la Unión Europea. A ese grado llegaron las cosas. (Deutsche Welle 9.10.2009)


El nuevo premier japonés se dio cuenta de que es mejor cooperar y acercarse a sus vecinos que tratar de competir por la supremacía político-económico-militar, que dicho sea de paso es algo que China desde hace algunos años ya posee y es complicado que en un futuro pierda. Sin embargo, los nuevos tiempos históricos apuntan a la eliminación del paradigma de la “superpotencia”, es decir, me atrevo a decir que Estados Unidos, en franco decline como poder ominipotente global, es la última superpotencia de la historia de la humanidad. Ninguna entidad política será capaz de asumir ese papel; la multipolaridad se consolidará y reinará durante mucho tiempo más.


En este contexto global ¿el nuevo gobierno regresará a Japón a una posición protagonista en el tablero de ajedrez mundial? Es pronto decirlo, pero hasta el momento y en vista del intento de nueva política exterior de Hatioyama, puedo aducir que Japón se distanciará considerablemente de Estados Unidos. Evidentemente con una política inteligente y teniendo en consideración los límites de la misma. Es una realidad: Japón sigue dependiendo de EU en muchos aspectos como en el militar y en el comercial, por lo tanto no será fácil su distanciamiento. Sin embargo, no es necesario pelearse con el gigante de Norteamérica, ni se espera que Japón lo haga, para diversificar y mejorar sus relaciones.


¿Será Hatioyama el Lula asiático? Los siguientes meses nos darán la pauta para ver hasta qué punto llegará Japón bajo su nuevo esquema. De entrada, Washington estará muy pendiente pues perder a su apéndice en Asia no será cualquier cosa.