martes, 26 de mayo de 2009

El valle del Swat: un nuevo Ruanda









En el marco de la reforzada guerra global contra el terrorismo, el ejército Pakistaní acaba de provocar uno de los mayores éxodos en la historia contemporánea, al grado de que varios medios anglosajones comparan esta situación con el masivo éxodo tanto de hutus y tutsis observado en Ruanda en 1994. El ejército pakistaní en su afán de liquidar al Talibán, situado en zonas en donde alguna vez el Estado ejercía el control, está ocasionando una catástrofe humanitaria de grandes dimensiones.

Hace algunas semanas en este espacio refería la delicada situación que se vivía en Sri Lanka, que por cierto ya se resolvió al ser derrotado definitivamente, según el gobierno singalés, el Ejército de Liberación Tigres del Eleam Tamil. (The Washington Post, 25.5.09) En el conflicto que tuvo lugar semanas atrás, según Naciones Unidas, fueron más de 50,000 personas que sufrieron los estragos de la guerra. Entonces, si se compara lo acaecido en Sri Lanka con lo que sucede actualmente en Pakistán, se puede apreciar la gran diferencia que hay en cuanto a las cifras, pues, según Naciones Unidas van 2.4 millones de desplazados tras la ofensiva militar en el valle del Swat. (Dawn, 25.5.09).

El Alto Comisionado de Naciones Unidas para Refugiados (ACNUR) señaló la semana pasada que el éxodo humano del valle del Swat, situado al noroeste de Pakistán y alguna vez un paraíso turístico natural, se está convirtiendo en el más dramático desde el genocidio de 1994 en Ruanda. (The Guardian, 18.5.09) Esta situación per se es trágica, ya que el hecho de tener esa cantidad de desplazados, es significado del peligro al que están expuestos los pakistanís viviendo en el noroeste del Estado asiático. Sin embargo, hay un elemento que agrava aún más la situación: Naciones Unidas, a través de su Alto Comisionado para Refugiados, se encuentra en imposibilidad de suministrar a toda esa población vivienda, alimento, medicinas, víveres y todos los elementos indispensables para sobrevivir. Además, se carece de campos de refugiados, lo cual ha llevado a los desplazados a hospedarse con familiares en ciudades no afectadas por la guerra, metiendo así a 30 o más personas en una misma casa. Ya se imaginaran cómo han de ser las condiciones humanitarias en ese tipo de circunstancias.

Ahora bien, al contrario de Sri Lanka recientemente, o de Ruanda en 1994, en Pakistán la situación es sumamente compleja y francamente difícil de resolver. En Sri Lanka el problema fue la aparición de una organización terrorista con un objetivo bien definido y expresado abiertamente: la independencia de la región tamil del Estado singalés. Mediante atentados terroristas y una constante guerra civil de 25 años, los Tigres de Liberación trataron de lograr su objetivo, claudicando definitivamente hace pocos días tras la muerte de su máximo líder. 

En cuanto a Ruanda, la situación fue más que nada eminentemente étnica: hutus y tutsis se enfrascaron en una guerra civil que dejó como resultado el genocidio tutsi a manos hutus, en el que murieron, 800,000 personas, la mayoría a punta de machete. Sin duda, después del Holocausto judío, esta fue la peor atrocidad que se cometió en la segunda mitad del siglo XX contra un grupo humano por el simple hecho de tener un origen étnico distinto al asentado en el poder.

Por su parte, en Pakistán la situación es complejísima, pues el éxodo de estas semanas es sólo la señal más acentuada de la existencia de un profundo conflicto en el orden político, geográfico, histórico, económico y energético entre el Talibán y el Estado pakistaní. Conflicto en el que confluyen una serie de intereses internacionales, tanto de Estados-nación como de corporaciones transnacionales. Estados-nación como Estados Unidos, China, Rusia, e India, tienen cada uno de ellos múltiples intereses, principalmente de orden energético y geopolítico. Mientras que las corporaciones transnacionales tienen intereses del orden financiero-económico.

Asimismo, en la lucha entre el Talibán y Pakistán, y más ampliamente entre el Talibán y Occidente, particularmente EU y la OTAN, está presente una guerra ideológica y religiosa. El fundamentalismo islámico irracional de grupos radicales talibanes cierra cada día más el camino idóneo para dirimir las diferencias entre las naciones o entre grupos antagónicos, es decir, la diplomacia; pues creen dichos grupos, que su visión del mundo es la única y correcta, que Occidente es una civilización depredadora y que los territorios en los que se libra la guerra deben ser abandonados por las potencias europeas y norteamericanas, específicamente Afganistán. En efecto, la conducta de las cúpulas políticas de las naciones de Occidente a lo largo de la historia no ha sido la más pacífica y conciliadora con Asia; el colonialismo del siglo XIX dejó una huella incurable en el alma de las colectividades de aquel continente.

 No obstante todo el grado de culpabilidad que Occidente tiene en la problemática pakistaní, (recordar que Pakistán es un Estado artificial, pues es literalmente una amputación a India malograda por los británicos tras su abandono del Sureste asiático a mediados del siglo pasado), no se puede basar el análisis partiendo de esa premisa. La resolución del problema tiene que estar basada en el mutuo consenso entre talibanes, gobierno pakistaní y potencias occidentales. Los actores presentes en el problema del lado pakistaní son múltiples y variados: punjabs, baluchis, sindis, y pashtunes; ni el propio Islam ha logrado cohesionar esa etnicidad diversa. Asimismo, los propios grupos talibanes tienen muchas veces intereses diferentes, por lo que hablar de un Talibán es ciertamente una abstracción que dista mucho de ser una realidad unificada. Por consiguiente, Estados Unidos se enfrenta ante el dilema de mostrar una cara de reconciliación con el mundo Islámico, pero al mismo tiempo, como es natural en cualquier imperio, tiene que velar por sus intereses que ciertamente son principalmente energéticos, pero también de seguridad nacional, puesto que esas zonas ajenas al control estatal pakistaní son verdaderamente un semillero de terroristas, safe heavens dirían los anglosajones.

Así pues, el problema es intrincado, es decir, enredado, complicado, confuso. Pedirle la solución a un solo personaje, o sea Barack Obama, es una presunción reduccionista sobre lo que se debería de hacer para terminar el conflicto. La vía diplomática está abierta, sin embargo, Richard Holbrooke, enviado especial para Afganistán y Pakistán, no puede hacer todo, en realidad puede hacer poco. A veces los Estados colonizados tratan de ver en el exterior la resolución de sus problemas y pecan de omisión frecuentemente, tal y como lo está haciendo Pakistán actualmente.

¿Otorgar un verdadero grado autonomía a las provincias convulsas puede ser una buena solución? Por supuesto, el gran problema es que de quedar en manos de radicales irracionales, estas provincias podrían proclamar la independencia respectivamente, conllevando así de una u otra forma a lo temido por todos: la balcanización de la República Islámica de Pakistán. Y  como siempre, es el grueso de la población la que sufre: esta vez hasta el momento van 2.4 millones de desplazados. Sólo un dato: Pakistán tiene más de 170 millones de habitantes, por lo tanto la situación se podría agravar mucho más.

De momento, antes de esperar cualquier solución política o militar, las potencias occidentales, Rusia, China, India, organizaciones internacionales, así como los talibanes y Pakistán deberían de enfocarse a resolver la terrible crisis humanitaria en el valle del Swat y aliviar a las miles de personas afectadas por la guerra a través del establecimiento de campos de refugiados con buenas condiciones, suministro de alimentos, medicinas, ropa, etc. Además, Naciones Unidas tendría que llevar a cabo una campaña internacional que movilice a la sociedad mundial para el rápido suministro de provisiones, pues en primera instancia esa su principal tarea: velar por las condiciones humanitarias de la comunidad internacional.

Hegel decía “lo único que sabemos de la historia es que el hombre nunca aprende nada de ella”. No se equivocaba, pues el fantasma de Ruanda se pasea sobre los picos nevados del Valle del Swat, alguna vez llamado la suiza asiática por sus bellas montallas blanqueadas por la nieve y el ski que ahí se practicaba. Ahora este bello valle se ha convertido en testigo inamovible de una de las mayores tragedias de la historia contemporánea.  

1 comentario:

Consalvo Ferrante dijo...

Recordando a Hopócrates, los asiáticos son tan belicosos y salvajes que solo mediante grandes brutalidades pueden hallar paz...
Ahora, respecto al conflicto en Swat cabe aclarar que los gringos han tenido su culpa respectiva en el asunto. El exeso de brutalidad con el que invadiron Afganistán después del fraude del S-11 solo radializó más a los talibanes que sobrevivieron a la invasión. Estos desplasados de sus territorios naturales se refugiaron en la frontera pakistaní, territorio con condiciones geográficas muy parecidas a las afganas, peroc on la bendición de no estar custodiada y ser facil de ocupar. D este modo los talibanes lograron meter buena parte de su infraestructura en Pakistan y continuar sus operaciones. Ahora, con un relajamiento que se vivió en Afganistán los talibanes han podido reorganizar su infraestructura en ambos lados de la frontera y reiniciar sus operaciones con mayor éxito, solo que ahira buscan extender su zona de dominio de la afganistan que intentan recuperar al pakistán en el que puderon asentarse facilmente.
Otro factor importante son los conflictos entre etnias y clanes en la región. Si los conflictos clánicos, las alianzas u el sirgimiento de diversas insurgencias fuern la esada de maocles para los soviéticos no es de extrañar que los gringos resivan una reverenda paliza cuando los alobanes usan el recurso clánico a su favor. Hay que tener en cuenta que estos pueblos de asia central han sido indomables desde tiempos del profeta muhamad y sus sucesores, y aunque absorvan aspectos culturales externos en el fondo buscan conserva la escencia de sus clanes o lo que podriamos llamar su identidad, or lo que s muy común que luchen violentamente para preservar lo que es correcto.
Por otro lado, el ya mítico problema étnico en Pakistan (básicamente dividido entre etnias drávidas e indoeuropeas) en algunas ocaciones ha parecido tener solución, especialmente cuando causas en común los unen (como fue la activa colaboración de muchas etnias en la fallida guerra de independencia india del siglo XIX, así como el congreso nacional indio y su apoyo abierto al imperio otomano en la primera guerra mundial).
Para alcanzar la pax e la región sería mportante trabajar con las distintas etnias y clanes para consiliar sus intereses a un bien común, lo que aislaría bastante a los radicales islámicos. También la cooperación de imanes es importante para la correcta interpretación del coran y la sharia. Por últmo, esta labor debe hacerse en ambos lados de la frontera, lo que debilitaría fatalmente a los alibanes y los haría extinguirse naturalmente, o volverlos blancos realmene vulnerables.
Como detalle final, debido a la capasidad de los gringos para cagar las cosas sería bueno que los cerdoamercanos masticatanates se mantubiesen fuera de eso, especialmente cierto negro belicoso que solo crea publicidad positiva para encubrir sus siniestros planes "negros".