domingo, 17 de mayo de 2009

La visita de Benedicto XVI a Tierra Santa




En esta ocasión de manera sucinta abordaré dos cuestiones fundamentales relacionadas con la visita de Benedicto XVI a Tierra Santa la semana pasada. Comencemos por la parte espiritual.

La visita del obispo de Roma a los lugares más sagrados de las tres religiones monoteístas más importantes del mundo: el Islam, el cristianismo y el Judaísmo, significa el claro afán de reconciliación por parte de la comunidad católica hacia el judaísmo y el Islam. En palabras del padre Caesar Atuire “la visita de Benedicto XVI trajo consigo un renacimiento en las relaciones entre judíos, musulmanes y cristianos”. (Zenit, 15.5.09)

Benedicto XVI se convirtió en estos días en el primer Papa de la historia moderna que visita Tierra Santa, llevando consigo un mensaje de unidad entre todos los hombres que habitan esa convulsa región. Un mensaje de reconciliación en el que la espiritualidad de tres sistemas de creencias tan complejas, como son las tres religiones de las que hablo, puedan convivir en paz y armonía, dejando de lado las diferencias espirituales que frecuentemente el hombre confunde y las lleva al plano terrenal.

Asimismo, la visita fue muestra representativa del afán del Santo Padre de propagar en un área tan convulsa un mensaje que aplica a todo el planeta: la religión no debe esgrimirse más como argumento político ni como arma de destrucción. Las diferencias religiosas deben desaparecer, pues Benedicto XVI, como Joseph Ratzinger, ha sido uno de los principales defensores de la libertad religiosa, la cual considera como uno de los mayores logros de la civilización moderna. Así, libertad y tolerancia religiosas son palabras claves para lograr que los hombres vivan en armonía, sosiego y paz.

Al occidental de hoy en día le cuesta trabajo entender lo anterior. Occidente se ha convertido en una civilización cínica, una civilización que denuesta la religión y que francamente desarrolla una sacrofobia generalizada. El occidental ha hecho a un lado la importancia de la religión dentro de su sistema civilizatorio y se ha olvidado que la religión no sólo es rezo, santos, misas, golpes de pecho, sermones, entre otras cosas, sino que ante todo es cultura. Por lo tanto, quizá nos cueste trabajo comprender la enorme carga simbólica que tuvo el peregrinaje de Benedicto XVI a lugares como el Santo Sepulcro, el Muro de las Lamentaciones, el Domo de la Roca, la Iglesia de la Santa Natividad, etc.

Del otro lado del Mediterráneo, y del Atlántico, esto parece ser fútil y carente de sentido. Nos estamos olvidando de la enorme religiosidad y espiritualidad de la población en Medio Oriente. Asimismo soslayamos que hay importantes, aunque evidentemente minoritarias, comunidades cristianas en países como Siria, Líbano, Jordania, Israel e incluso en territorios palestinos. Por consiguiente, las comunidades cristianas en aquellos países pueden coadyuvar, y ese fue uno de los mensajes importantes durante la visita del Papa, en encontrar una solución al problema palestino-israelí, generando puentes de comprensión entre ambas religiones para buscar la tan ansiada paz en la zona.   

Ahora bien, no obstante la enorme complejidad que enmarca la cuestión espiritual y las diferencias inextricables entre los tres sistemas de creencias, el problema palestino-israelí no se circunscribe exclusivamente al aspecto religioso. De hecho, en mi opinión, éste es un problema mucho más de índole geopolítica y geoestratégica. Entonces, hablando en estos términos, la visita de Benedicto XVI se queda totalmente en el ámbito simbólico más que en el práctico, ya que la Santa Sede en realidad carece de poder político.

Benedicto XVI, quien quizá sea el mejor teólogo del siglo XX, se ha proclamado abiertamente por la creación de un Estado palestino con fronteras bien establecidas que cuenten con amplio reconocimiento internacional. No nada más él ha propuesto esta medida; esto es algo que desde hace muchas décadas se ha venido planteando, sólo que con la reciente invasión y genocidio israelí a la población palestina en Gaza se ha puesto sobre la mesa como una de las principales medidas que podrían ser fructíferas para las negociaciones con miras a pacificar la zona.

No suena nada mal, de hecho la creación de un Estado Palestino, como lo he señalado en este espacio, es importantísima para la concreción de los afanes pacificadores en Medio Oriente. El enorme problema es cómo crear un Estado palestino tomando en cuenta las dificultades y las diferencias que existen dentro de los territorios Palestinos, es decir, de Gaza, Cisjordania y el West Bank. Hamas gobierna en Gaza legítimamente, pues llegó al poder mediante elecciones. Fatah es tachada por Hamas de ser una organización traidora a los ideales palestinos, así como de entreguista a los intereses occidentales. Hamas es calificada como una organización terrorista por el departamento de Estado de Estados Unidos, pero el jefe de la diplomacia europea, Javier Solana, alguna vez dijo que su gobierno tenía la total legitimidad por haber llegado al poder mediante elecciones democráticas. Total, ¿quién entiende a los occidentales? Ni ellos mismos se ponían de acuerdo.

Actualmente, la idea de la solución mediante la creación de un Estado Palestino está muy extendida, por lo que las diferencias entre las potencias occidentales han cesado, circunscribiendo únicamente a Israel y las facciones palestinas la resolución del problema. Cosa que luce complicada, aunque en los últimos días, de hecho hace unas horas, el belicoso primer ministro israelita Benyamin Netanyahu se mostró accesible a una solución que implique la creación de un Estado Palestino. (Al Jazeera, 17.5.09)

Y aquí entramos al juego político. ¡Obama aparece en escena!

La política internacional se rige por el quid pro quo, es decir, el tú me das, yo te doy. Pongamos, pues,  las cosas sencillas: Obama quiere ayudar a resolver el conflicto palestino-israelí,  Netanyahu quiere que Irán termine su programa nuclear porque ve al país persa como el principal enemigo a vencer en la zona. Digo, en cierta medida tiene razón, más cuando Irán tiene un presidente que dice que hay que borrar del mapa a Israel. Así quién no.  Entonces, si Netanyahu apoyara la creación de Palestina como Estado-nación, Occidente, principalmente Estados Unidos, tendría que garantizarle que Irán detendría definitivamente su programa nuclear, cosa que luce complicada, pues Irán y Estados Unidos están en una fase de acercamiento diplomático, por lo que un endurecimiento de la posición estadounidense con respecto al programa nuclear iraní enfriaría totalmente este proceso. Irán le puede servir a Estados Unidos para contrarrestar  a Rusia como suplidor de gas natural a Europa, disminuyendo así el poder geoestratégico de Moscú. Estados Unidos le puede ayudar a Irán a mejorar su industria energética, puesto que necesita mejorar su complejo industrial, principalmente en materia de licuado de gas natural.  (Véase el artículo del diplomático indio M K Bhadrakumar  US promotes Iran in energy market”, en Asia Times Online, 28.4.09).

Así pues, la situación en torno a la cuestión palestina es sumamente compleja, donde una serie de intereses geoestratégicos y geopolíticos se entretejen, donde las corporaciones occidentales están ávidas de entrar a Gaza, si es que en las negociaciones de paz se incluye el fin del despiadado bloqueo impuesto por Israel que sufre la Franja, donde millones de seres humanos están empantanados por un conflicto que ha dejado cientos de miles de muertos a lo largo de toda la historia.

Para acabar de complicar el asunto, no podemos soslayar que no obstante el ámbito religioso, geopolítico y geoestratégico de la cuestión, está, asimismo, el aspecto ideológico. Dos ideologías igualmente irracionales chocan entre sí: el sionismo y el fundamentalismo islámico de algunos grupos radicales, por ejemplo Hamas; y qué decir de Hezbolla, otro grupo irracional. En efecto, tanto árabes y judíos fanáticos de estas ideologías están afectando a millones de personas que viven atrapadas en esta lucha que ha dejado miles de muertos inocentes en ataques suicidas por parte de los radicales islámicos, así como de bombardeos israelitas en locaciones civiles palestinas.

La irracionalidad que se impone en la cúpula política de Israel y en la de los grupos fundamentalistas islámicos diluye el sentimiento de hermandad que fue a propagar Benedicto XVI a Tierra Santa entre las facciones combatientes, y deja al desamparo a la numerosa población que vive en los lugares en donde alguna vez Jesús predicó la salvación, la convivencia, el amor, el respeto y la fraternidad entre todos los hombres. ¡Vaya paradoja de la historia!

1 comentario:

Consalvo Ferrante dijo...

Veamos:
El mensaje moral del artículo es bonito y bien intencionado, pero sigues dándole mucha importancia a ese negro belicoso (recuerda que según Hegel los negros son incapases de alcansar el nivel de raciocinio necesario como para solucionar problemas tan complejos como el palestino).
Ahora, sobre la cuestión palestina considero que crear un estado palestino separado del israelí sería una de las mayores abominaciones de la historia: En recursos naturales es muy pobre el territorio palestino, se encuentra dividido e incomunicado, por su pequeño tamaño sería incapaz de dar refugio a los millones de refugiados palestinos.
Concuerdo con el historiador Ilan Pappè respecto a que la única solución sería el abandono del sionismo y el fundamentalismo islámico, lo que permitiría una verdadera reconciliación entre ambos pueblos y la fundación de un verdadero estado nacional que agrupe a ambos con igualdad de derechos. Pero bueno, mientras los judíos sigan siendo racistas esto se antoja dificil, pero es la única pción aceptable ante los millones de refugiados palestinos que exigen justicia histórica por las atrocidades de la Naka que aun no se reparan.