martes, 20 de enero de 2009

Rusia vs Ucrania. Otra vez

Los altos mandos diplomáticos europeos han estado realmente bastante ocupados  en las últimas semanas en dos conflictos en los que se han visto envueltos directa o indirectamente las principales potencias europeas.  El primero de ellos,  Gaza, cuyo final parece haberse logrado unilateralmente por las partes participantes, es decir, Hamas e Israel, vio limitada la acción diplomática europea a pesar de las numerosas reuniones que se organizaron en torno a esta cuestión. El segundo contencioso, que atañe al presente escrito, es la severa disputa que se libra en todos los frentes entre dos ex repúblicas soviéticas, Rusia y Ucrania.

Desde la separación de la otrora superpotencia Unión Soviética ambas repúblicas, fuertemente unidas cultural e históricamente, chocaron por varios asuntos estratégicos muy importantes, como el destino del arsenal nuclear soviético, el destino de la Flota rusa asentada en la rusoparlante península ucraniana de Crimea, entre otros.  Este choque de intereses ha dañado la relación bilateral entre ambos países que lo único que ha propiciado no es el fortalecimiento de una u otra, sino el reacomodo geopolítico de actores ajenos al juego estratégico en la región durante la era soviética. Me estoy refiriendo a Occidente que, obviamente, a partir de 1991 ha iniciado una oleada de influencia hacia las ex repúblicas soviéticas para minar la acción de Rusia fuera de sus fronteras.

La más significativa de estas acciones ha sido la entrada del capitalismo de manera salvaje a todo el ex bloque soviético creando un sistema financiero, me baso en lo que actualmente refleja la crisis financiera en Rusia, totalmente sujeto a las fluctuaciones de las finanzas anglosajonas, hoy en plena decadencia. Esa es la factura más cara que Rusia ha tenido que pagar en la reciente coyuntura internacional: la actual crisis global ha golpeado de manera imperdonable a una naciente Rusia que había confiado en su sector energético para posicionarse como una verdadera potencia mundial en todos los órdenes, principalmente en el militar, energético y geopolítico.

La estrategia había funcionando, siendo el año 2008 el que coronaría este creciente poder, al grado que permitió a los rusos darse el lujo de invadir Georgia en agosto. Pero en realidad este poder era más un espejismo que una realidad. Los actuales precios del petróleo, situados en un nivel bajísimo, 40 USD por barril (Reuters, 20.1.09), han traído a la realidad de nueva cuenta a la nación más grande del planeta, que para superar estas crisis debe de irse deshaciendo paulatinamente de ese feroz capitalismo financiero y continuar con la reestatización de las materias primas, cosa que ha hecho bien el hombre fuerte de ese país en los últimos años: Vladimir Putin.

Es en este contexto en el que se centra la reciente disputa gasera entre los países ya referidos. Pareciera ser similar a lo acaecido en los primeros meses de  2006, cuando Moscú decidió cortar el suministro de gas a Kiev, sin embargo, aquel episodio se resolvió de manera rápida y en 3 o 4 días Gazprom (monopolio estatal ruso y gasera más grande del planeta) reanudó el envío de gas a Ucrania, viéndose poco afectados los países europeos dependientes en gran medida del gas ruso.

Hoy en día, el problema fue más grave. Varios países, principalmente de Europa del Este, se vieron verdaderamente afectados por el corte de suministro de gas, pues dependen en cantidades impresionantes del gas ruso. Por ejemplo, según cifras del importante Council of Foreign Relations, (CFR, 9.1.08) Finlandia, Eslovaquia y Bulgaria dependen casi al 100% del gas ruso.  Alemania, Polonia, Austria y República Checa también tienen un alto porcentaje de dependencia del gas que reciben de Gazprom.  Ni qué decir de los países bálticos como Letonia, Estonia y Lituania cuya única fuente energética es la Federación de Rusia. Por consiguiente, la crisis que se vivió entre Moscú y Kiev ha afectado tanto a gran parte de la Unión Europea como a países no integrantes de ésta, ocasionando que se vierta gran presión sobre ambas partes, al empezar a considerarlas como ineficaces para el suministro energético e incluso amenazándolas de que si su disputa en torno al gas no se resolvía rápidamente las relaciones entre la UE-Rusia y Ucrania se verían afectadas enormemente.

Sin embargo, el discurso europeo peca de exagerado, ya que hasta el momento los europeos tienen tal dependencia del gas ruso que cualquier acción que se haga amenazando a la que fuera la más poderosa de las repúblicas ex soviéticas es intrascendente. Para reducir tal dependencia se ha venido fraguando un gran proyecto de construcción de  gasoductos y oleoductos denominado Nabucco. La idea de este proyecto, detenido actualmente por la crisis financiera, es que mediante la contribución de poderosos Estados europeos como Alemania, Francia, Italia e incluso Gran Bretaña, así como de empresas privadas, se traslade petróleo y gas natural de países de Asia Central como  Turkmenistán y Azerbaiyán (también repúblicas ex soviéticas), logrando así abrir más mercados que compitan con el cuasi monopólico ruso.

Andrei Fedyashin (RIA Novisti 12.1.09), analista político de la agencia oficial de noticias rusa RIA Novosti, aduce que ambas repúblicas de Asia Central gozan de elevadas expectativas hechas por los europeos.  Si bien es cierto que Azerbaiyán tiene uno de los potenciales energéticos más elevados de la región, según Fedyashin, no está claro a quién le venderá la elevada producción estimada para 2013 de ocho billones de metros cúbicos, puesto que Rusia en una movida geopolítica tiene contratos con Azerbaiyán, lo cual reduciría de facto la cantidad que el país ribereño del Caspio pudiera exportar hacia Europa vía “Nabucco”.  Estos gasoductos pasarían a Europa vía Turquía y los Balcanes, evitando a los países europeos  comprarle petróleo y gas a Rusia, además de ahorrarse las disputas contractuales entre ésta y Ucrania, ya que hoy en día el 80% del gas ruso pasa por tierras ucranianas. Sin embargo, el otro Estado contemplado para surtir de energéticos a la UE, Turkmenistán, señala Fedyashin, no tiene la capacidad de aumentar su producción gasera. Hoy en día, Turkmenistán tiene una producción de 80 billones de metros cúbicos por año y según lo que se contemplaría en los contratos para el proyecto “Nabucco”, dicho país tendía que aumentar su producción a 150-155 billones. Cosa que luce imposible para un país que a pesar de experimentar una mejora en su economía propiciada por los elevados precios de los energéticos vistos el año pasado, aún no tiene una infraestructura de la magnitud de gigantes energéticos como Rusia, Irán o Arabia Saudita para lograr un aumento tan descomunal como el que representaría el doblar la producción gasera.  Por lo tanto, concluye Fedyashin, “en el futuro cercano no habrá alguna alternativa para suplir a Rusia como principal suplidor de energéticos”. Así, la Unión Europea tiene que ser muy cautelosa en cómo se maneja con Rusia, pues las relaciones entre ambas entidades se han deteriorado demasiado desde la invasión a Georgia.

Ahora bien, como ya señalé anteriormente, los dólares o euros, desde mi punto de vista, no están definiendo el tono de las relaciones bilaterales entre ambas ex repúblicas soviéticas, Rusia y Ucrania, sino el actual entorno geopolítico que se vive en la región. Actualmente, sabedora de su fragilidad financiera a Rusia no le queda más que mostrar un rostro agresivo y temerario hacia el exterior, pues debe pasar de país en defensa a país en ataque, como bien se mostró en agosto pasado en Osetia del Sur. Al mismo tiempo, Occidente quiere minar el asenso ruso en materia energética y geopolítica e incluso militar, ya que Estados Unidos bajo la administración Bush impulsó interesadamente la instalación de un radar detectamisiles de largo alcance en Polonia aunado a una base permanente de misiles también de largo alcance en República Checa. El pretexto es que según este sistema de misiles es para proteger a Occidente de las potenciales amenazas que podrían representar estados como Irán e incluso Corea del Norte. Pero lo cierto es que, se ha comprobado, al menos desde el lado ruso, que Irán no tiene la capacidad militar de alcanzar objetivos a más de 2,000 kilómetros de sus fronteras, lo que de facto elimina la posibilidad de impactar objetivos en la Europa continental. Así, pues, dicho sistema “de defensa” lo único que ha ocasionado es la reacción del gigante ruso, quien se ha propuesto recuperar el espacio de poder que alguna vez tuvo durante la era soviética.

Dos son los países que más le importan al Kremlin, uno de ellos Georgia, en donde ya dio una lección de lo que es capaz con tal de repeler la injerencia occidental en el Cáucaso, y otro Ucrania, que desde mi punto de vista es el país más importante para Rusia en términos de posicionamiento global y estrategia energética y militar. Por ende, es lógico que Putin y compañía respondan vigorosamente ante la afrenta occidental, impulsada por Estados Unidos, de querer adoptar a Ucrania y Georgia como nuevos miembros de la OTAN. ¡Imagínense el enemigo (léase EU) a tan pocos kilómetros de la Plaza Roja!. Simplemente, Putin y Medvedev no pueden permitir eso. 

Sabio sería de parte del nuevo presidente estadounidense el eliminar la construcción del sistema de misiles en Europa Central, así como postergar indefinidamente la anexión de Ucrania y Georgia dentro de la alianza militar atlántica (ambos Estados ni tienen costa con el océano Atlántico). Por su parte, Rusia, si bien es cierto que debe defenderse y mostrarse ante el mundo como una renaciente superpotencia, también no debe descuidar los asuntos internos, principalmente en materia económica y de infraestructura. Una reforma a su sistema financiero y el fortalecimiento del Estado, harían de Rusia un país más hábil para enfrentar las tempestades financieras que persistirán al menos en los próximos dos años.

En referencia a Ucrania se puede decir que los problemas que esta nación afronta cada día agudizan más la crisis que ahí se vive en todos los órdenes. Todas las encuestas muestran un alto rechazo a la posible anexión a la OTAN y el presidente Victor Yushenko vive hoy en día un duelo a muerte con la primera ministra Yulia Tymoshenko, que ha dañado todas las esferas de desarrollo nacional. Amén de los problemas financieros, económicos y políticos que vive Ucrania, ampliamente abordados por los interesados en este tema, desde mi perspectiva el más amenazante problema es el relacionado con la identidad nacional ucraniana. Los líderes políticos han querido anexar a un país que está lejos de compartir una civilización con Occidente, que aunque si bien la civilización occidental y la ortodoxa tienen rasgos cercanos, Ucrania nunca será parte de Occidente; su identidad está con Rusia y no con otra civilización. Este problema de identidad, claramente advertido en la clase política ucraniana, amenaza de tal manera que se ha llegado a señalar que este país podría balcanizarse (separarse violentamente), puesto que la Ucrania del Este se identifica tanto con Rusia (de hecho, el ruso se habla más en esta parte que el ucraniano) que con todo gusto aceptaría unirse a la Federación.  Mientras tanto, la Ucrania occidental, con tradiciones comunes y costumbres propias, se separa un poco de Rusia, pero no al grado de decir que pertenecen a Occidente. Eso es algo que se deben de meter a la cabeza los líderes ucranianos y en especial el presidente Yushenko, quien embelesado por el espejismo que Occidente aparenta ser, está dispuesto a renunciar a su propia identidad con tal de socavar el poderío ruso.  NO hay peor cosa en este mundo que negar la propia identidad de uno mismo.

En resolución, si Ucrania como tal no quiere ser parte de la historia y autoborrarse del mapa europeo tiene dos caminos. No hay más. UNO: Alinearse a las filas del Kremlin creando una fuerte alianza de cooperación en todos los ámbitos, como Bielorrusia hizo inteligentemente; o DOS: seguir debatiéndose entre su fútil lucha de identidad, seguir con las políticas pro-occidentales que nada bueno han dejado a la población ucraniana y encaminarse  hacia la autodestrucción.  No es necesario estar peleados con Occidente para defender la identidad civilizatoria, creo que el más claro ejemplo de esto es China, pero de ahí a convertirse a una “sirvienta” de intereses occidentales hay mucho trecho. 

1 comentario:

Consalvo Ferrante dijo...

Yo creo que esta es la oportunidad perfecta de Rusia para minar los intereses estadounidenses en su esfera de influencia. Aprovechando la actual crisis financiera, la debilidad de Europa respecto a los energéticos y (probable y anhelada) pasividad de Obama ante las andanzas rusas en su territorio... etc... los rusos tienenla oportunidad perfecta para reajustarse internamente y ser para el 2015 0 2020 la potenciadominante en el ámbito inernacional... aunque eso podría traer problemas con los chinos, que también buscan su pedaso del pastel y han demos trado en fechas resientes no ser fieles a nadie en cuanto a inereses (recordad que se negaron a reconocer la independencia de Osetia del sur).