martes, 8 de julio de 2008

G-8 en Hokkaido

El panorama internacional actual es poco alentador para la población mundial debido a la presente crisis del modelo capitalista reflejada palmariamente en las crisis financiera, energética, alimenticia y ambiental, las cuales afectan en mayor o en menor medida a la mayoría de los países del orbe.
En este contexto se enmarca la cumbre anual del G-8, que engloba a los siete países más industrializados: Estados Unidos, Japón, Alemania, Reino Unido, Francia, Italia y Canadá, más Rusia, llevada a cabo en estos días (7-9 de julio) en la isla de Hokkaido al norte de Japón.
Según palabras de la canciller alemana Ángela Merkel la reunión del G-8 debe estar encaminada a resolver urgentemente la crisis alimenticia provocada por el aumento espectacular en los precios de los alimentos y la falta de abasto en varias regiones del planeta, ya que según ella misma afirmó, la crisis alimentaria podría amenzar la estabilidad política y social de decenas de países afectados por la carestía (Deutsche Welle 6/7/08).
A su vez el presidente de Estados Unidos George W. Bush llegó a Japón con un claro y acotado objetivo: buscar estabilizar y reducir los altos precios del petróleo que en los últimos días han alcanzado el máximo histórico de 145 dólares el barril. No obstante, poco podrá hacer el presidente norteamericano para lograr su cometido en esta cumbre, ya que según geoestrategas internacionales no depende de los países del G-8 la reducción de los precios del petróleo sino de la drástica reducción de la especulación financiera (la cual ha causado en 70 % el aumento de los precios) y por supuesto del comportamiento en la producción de los países miembros de la OPEP. Asimismo, Bush llega a Japón con la firme intensión de proseguir con el hostigamiento hacia el proyecto nuclear con fines civiles de Irán y buscará de nueva cuenta el apoyo de las potencias europeas que, sin embargo, ya han iniciado una nueva vía de negociación encabezada por medio del jefe máximo de la diplomacia europea Javier Solana, la cual Irán parece estar tomando con mucho interés y seriedad.
Otro de los puntos que los mandatarios de los ocho países han abordado en la cumbre es la lucha contra el cambio climático. Si bien es cierto que científicamente se ha aducido que el cambio climático es natural y que es parte de un proceso normal en las condiciones ambientales del planeta, también es una realidad extremadamente captable que la acción del hombre está acelerando y dramatizando ese cambio. Las indiscriminadas emisiones de dióxido de carbono hechas casi en un 80 % por los países industrializados y las potencias emergentes, Brasil, India, China por ejemplo, han hecho posible que decenas de zonas planetarias se vean drásticamente afectadas por la variación de las temperaturas y que millones de personas sufrán de los efectos de las mismas. Así pues, los países industrializados tienen la obligación de lograr un consenso entre ellos para reducir las emisiones de contaminantes y sentar las bases para lograr un acuerdo efectivo que en 2012 sustituya al tan cuestionado protocolo de Kyoto el cual por cierto Estados Unidos se negó a firmar. En este sentido parecer ser que se ha comenzado a obtener resultados: los líderes de las naciones más podersas han acordado en las últimas horas un plan a largo plazo que para el año 2050 reduciría hasta en 50 por ciento la emisión de gases contaminantes (New York Times 9/7/08). Parece muy lejano, sin embargo, es un proyecto ambicioso que se puede lograr si los países industrializados ponen de su parte y básicamente si Estados Unidos abandona su actitud indiferente hacia los problemas globales, especialmente el del cambio climático, y coopera genuinamente con la comunidad internacional para la concreción de los objetivos planteados en estos días.
Ahora bien, otro de los plausibles grandes retos que tiene el G-8 y que parece estar totalmente consciente de ello debido a la magnitud de la cumbre (esta es la más grande de todas las que se han desarrollado en la historia del G-8 con la participación de representantes 14 países no miembros del selecto grupo), es la integración de países de otras civilizaciones a los esfuerzos por combatir los problemas que aquejan a las naciones. Cabe recordar que del G-8 seis países pertenecen a la misma civilización. En este sentido, es importante que los países industrializados presten atención al avance de los países en vías de desarrollo y tomen decisiones concertadas con ellos para así lograr una mayor injerencia mundial en la resolución de los problemas que afectan al orbe. Países como China, India, Brasil, Sudáfrica, México (G-5) así como países del G-20, tienen mucho que aportar en el contexto internacional y sin su participación en las pláticas y tomas de decisiones dificilmente se podrá concebir a futuro un mejoramiento en los niveles de vida de la población mundial.
Los países del G-8 tienen una enorme responsabilidad (por no decir culpa) en los problemas que enfrenta la sociedad mundial actual. La cumbre en Hokkaido es la oportunidad perfecta para que los países industrializados puedan mostrar al mundo un nuevo rostro de cooperación que se enfoque directamente al apoyo económico y financiero hacia las naciones más afectadas por la turbulencia, el África Subsahariana y el sudeste asiático principalmente.
Las oportunidades se agotan para el G-8, el orden multipolar está más presente que nunca y en poco tiempo las potencias emergentes irán desplazando considerablemente la influencia mundial de los países tradicionalmente poderosos. La resolución de los problemas mundiales por parte de los países industrializados puede ser un golpe demoledor para las potencias emergentes y su campo de acción global, sin embargo, la omisión de éstos sería un grave error, que lo único que haría sería impulsar la influencia política e incluso económica de las potencias emergentes.

1 comentario:

Anónimo dijo...

mmm

Mucho que desear con la nota, en si no existe una reflexión propia y eso del modelo capitalista suena a vieja izquierda disfrazada de intentos democráticos.